jueves, 19 de junio de 2008

Bernardo Neustadt. In Memoriam




por José Guillermo Godoy*




Uno elige, de algún modo, los autores que lee y los críticos que escucha, pero lo hace en circunstancia muchas veces impuestas.
Los maestros del pensamiento que uno adopta en la juventud, generalmente son los más leídos, por que se exhiben en las librerías, se los encuentra en la televisión o en la radio, o se habla de ellos en la generalidad de las charlas de café.
Esa predilección corresponde a las corrientes en vigencia tanto como al mayor o menor valor de cada autor o critico en si mismo. También depende de otras casualidades: los círculos frecuentados, los amigos que me recomiendan diferentes obras, o el azar que pone en mis manos un determinado libro o me sitúa frente a algún programa de televisión en particular.

Antes que cualquier otra aventura intelectual, estaba destinado a ser un Neustoniano. Por todo tipo de razones, menos por razones de época. Hacia tiempo había pasado su etapa de apogeo, recluido en un canal de cable donde emitían los programas políticos menos populares.
Pero de algún modo misterioso lo respiraba en el aire de aquel tiempo, y lo encontré antes de buscarlo.

Mi relación con Neustadt, no me avergüenza reconocerlo, tuvo la unilateralidad de los admiradores anónimos con los personajes olímpicos. Fui un corresponsal desconocido que le enviaba e-mails desaforadamente, desde el 2005 hasta estos días.

Neustadt fue mi guía a distancia, de algún modo mi mentor, mi iniciador, mi maestro. Cuando lo descubrí, deje de ser un adolescente desorientado, que leía poco y sin orden. Sus escritos y columnas me evitaron confusiones, perdida de tiempo, recorridos inútiles, aunque me introdujeron en engañosos laberintos que hube de desandar.

Las generaciones anteriores no imaginan el deslumbramiento que Bernardo podía provocar en un adolescente de 17 años.

Recuerdo que a fines del 2006 con motivo de un artículo de mi autoría, en cuyo titulo estaba contenido su nombre, me escribió a mi casilla personal lo siguiente:

“Le agradezco infinitamente que me haya bien interpretado, es la primera vez que me miro en mi propio espejo. Necesito que usted me llame para conversar con usted personalmente”. Lo llame varias veces, hasta que logré encontrarlo.
La falta de tiempo, mi timidez, mi vos entrecortada por el nerviosismo, me impidieron expresarle cuanto lo admiraba; sin duda habré sido para él la imagen borrosa de algún joven santiagueño entrometido pronto olvidada.

Neustadt no era argentino de nacimiento. Nació en Iasi, provincia de Moldavia (Rumania), el 9 de enero de 1925, pero a los diez meses sus padres viajaron a Argentina. Comenzó su carrera periodística siendo muy joven. A los 14 años ingresó al diario El Mundo. “En aquella pequeña e improvisada redacción, aprendió a titular, a vérselas con treinta páginas por fin de semana, a escribir desde la amargura de la derrota, a utilizar varios seudónimos para dar la impresión de que escribían varios periodistas, a narrar telegráficamente, a crear consignas ingeniosas, a comentar e interpretar lo que veía”, relata Jorge Fernández Díaz en Bernardo Neustadt - El hombre que se inventó a sí mismo, una biografía publicada en 1993.

En 1964 fundó la revista Todo y en 1965 el semanario Extra. En 1975 publicó la revista de economía y negocios Creer. En televisión, en gran parte junto a Mariano Grondona, realizó durante 30 años el programa semanal Tiempo Nuevo, hito de la televisión, que lleva el dudoso laudo de ser el programa mas censurado de la historia argentina.
Condujo, además, numerosos programas de radio.
Entre las personalidades nacionales e internacionales que entrevistó se encuentran: Charles De Gaulle, Erhard Ben Gurion, David Rockefeller, Juan Domingo Perón, Arturo Frondizi, Raúl Alfonsín, Carlos Menem, Henry Kissinger, Mijail Gorbachov, Yasser Arafat, Simon Peres, Itzhak Rabin, Juan XXIII, Arthur Miller, José María Aznar, Felipe González, Collin Powel, Saburo Okita, Michael Porter, Fernando Enrique Cardoço, George Bush, Bill Gates, Gary Becker, Rudiger Dornbusch, Arthur Miller, Peter Druker, Regis Mc Kenna, Lee Iaccoca, Mario Vargas Llosa y Tom Peters, entre muchos otros.

Si me preguntan quien es Bernardo Neustadt, suelo contestar simplemente, que fue el inventor del periodismo político televisivo en Argentina, el innovador, el mentor de una nueva forma de trasmitir información, el hombre cuya imagen marco una época en nuestro país.

Rescato al último Neustadt. El que reivindica la cultura universal sobre el nacionalismo populista, la preferencia por lo clásico frente al vanguardismo. El que reivindica la democracia y las libertades individuales. También aquel que repudió al fascismo, estalinismo, franquismo y al castrismo aunque le faltó igual denuncia a las dictaduras militares apoyadas por sus amigos liberales.
En fin, rescato a ese crítico independiente y agudo, original, perspicaz y realista casi pesimista, que pasó la mitad de su vida demostrando que la Argentina no tenia salida y la otra mitad esperando estar equivocado.

Soy lector de Neustadt antes que un curioso del arte de escribir, y reivindico esto, al decir de Sebreli, como una actitud contraria al mito romántico de la “originalidad”.
Parafraseando a Borges, diría que mi escasa creación, es una mezcla de olvido y recuerdo de lo que he leído y escuchado de Bernardo Neustadt.



*Presidente de Centro de Estudio de los Intereses Nacionales filial Tucumán.
Director General de Junior Achievement Tucumán.
Integrante del programa de líderes locales de la Fundación Atlas 1853.

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