domingo, 27 de diciembre de 2009

lunes, 13 de julio de 2009

¿QUÉ ES EL LIBERTARIANISMO?

Llegué a este artículo gracias a Gerardo Kaprav

por Martin Masse
Director del webzine libertario Le Québécois Libre

¿En qué creen los libertarianos? En pocas palabras, creen que la libertad individual es el valor fundamental que debe subyacer a todas las relaciones sociales, intercambios económicos y al sistema político. Creen que la cooperación voluntaria entre individuos en un mercado libre siempre es preferible a la coerción ejercida por el Estado. Creen que el rol del Estado no es perseguir fines en nombre de la comunidad – tales como distribuir la riqueza, "promover" la cultura, "apoyar" al sector agrícola, o "ayudar" a pequeñas empresas – sino el limitarse a si mismo a la protección de los derechos individuales y dejar que los ciudadanos persigan sus propios fines de un modo pacífico.

Los libertarianos esencialmente predican la libertad en todos los campos, incluyendo el derecho a lo que uno quiera con su propio cuerpo mientras esto no infrinja la propiedad e igual libertad de otros. En este sentido, creen que la gente que quiere tomar drogas, ver pornografía, prostituirse o pagar por una prostituta, o comprometerse en cualquier clase de actividad sexual consensual, debería poder hacerlo sin ser importunada por la ley y asediada por la policía.

Sin embargo, como libertarianos – esto es, tomando en cuenta sus preferencias personales – no abogan por un modo de vida libertino más que cualquier otro, y uno no debería confundir las dos palabras. Lo que ellos dicen es que a cada persona se le debe permitir elegir las creencias y el modo de vida que le es apropiada, ya sea ascetismo o libertinaje, moralismo religioso o relativismo moral. Los libertarios igualmente defenderán el derecho del libertino a vivir en el libertinaje tanto como el de los padres fundamentalistas religiosos a educar a sus hijos de acuerdo con sus muy estrictas creencias.

Los libertarianos apoyan la igualdad formal de cada uno y de todos ante la ley, pero se preocupan poco sobre las desigualdades entre ricos y pobres, que son inevitables y que sólo pueden ser reducidas afectando la libertad personal y reduciendo la prosperidad general. Para ellos, el mejor modo de combatir la pobreza es garantizar un sistema de libre empresa y libre intercambio y permitir que las iniciativas de caridad privada vayan en rescate de los necesitados, las que son más efectivas y mejor justificadas moralmente que los programas estatales de transferencia de riqueza.

Los libertarianos creen que el único modo de asegurar el mantenimiento de la libertad personal es garantizar la inviolabilidad de la propiedad privada y limitar lo más que se pueda el tamaño de gobierno y el espectro de sus intervenciones. No confían en el Estado – cuyos administradores proclaman actuar en el nombre de abstractos intereses colectivos – cuando se trata de proteger la libertad individual. Mientras de acuerdo a las ideologías colectivistas un orden social económico viable sólo puede ser impuesto y mantenido por el Estado, los académicos libertarios han mostrado por el contrario que es la acción descentralizada de individuos que persiguen sus propios fines en un mercado libre lo que hace posible crear y mantener este orden espontáneo, traer prosperidad y sostener la compleja civilización en la que vivimos.

Así, los libertarianos rechazan el principal desarrollo político del siglo veinte, esto es, el sostenido crecimiento del tamaño del Estado y del rango de sus intervenciones en las vidas privadas de los ciudadanos (para tomar un ejemplo sorprendente, en 1926 los gastos públicos estatales equivalían a solo 15% del producto nacional bruto de Canadá, hoy es alrededor del 45%).

Libertarianos vs. Conservadores

Dentro del marco político norteamericano del periodo posterior a la segunda guerra mundial los libertarianos se aliaron con los conservadores en su lucha contra el comunismo y el socialismo. Por esto mucha gente tiende a confundir ambas filosofías y a ponerlas en el lado derecho del espectro político, siguiendo el confuso modelo de derecha vs. izquierda, que es ampliamente utilizado para categorizar ideologías políticas. Pero los libertarios se oponen a los conservadores en varios puntos, en particular en temas sociales (los conservadores frecuentemente tratan de imponer sus valores tradicionales sobre todos usando el poder coercitivo del Estado, por ejemplo cuando apoyan que las drogas y la prostitución sean ilegales o cuando abogan por la discriminación oficial contra homosexuales) y en temas relativos a la defensa y relaciones internacionales (los conservadores se inclinan apoyar el militarismo y las intervenciones imperialistas en el extranjero, mientras los libertarianos abogan, cuando es posible, por el aislacionismo y la no intervención en conflictos externos).

De hecho los conservadores valoran la autoridad en sí misma no se oponen al poder estatal en base a principios, sólo lo hacen así cuando las metas estatales no son las mismas que las suyas. Por el contrario, los libertarios rechazan cualquier forma de intervención gubernamental. Muchos de ellos piensan que no se caracterizan como derechistas y que el espectro derecha-izquierda debería ser reemplazado por otra que colocaría a estatistas y autoritarios de izquierda y derecha en un lado y a los defensores de la libertad personal en el otro.

Así, los libertarianos se oponen a las ideologías colectivistas de todo tipo, ya sean de izquierda o de derecha, que subrayan la primacía del grupo (nación, clase social, grupo sexual o étnico, comunidad religiosa o de lengua, etc.) cuyo propósito es reglamentar a los individuos en la prosecución de fines colectivos. No niegan la relevancia de estas identidades colectivas, pero proclaman que depende de cada individuo el determinar a que grupos desea pertenecer y contribuir, y no así del Estado y de las instituciones que derivan su poder del Estado que imponen sus propios objetivos de un modo burocrático y coercitivo.

Un Heredero del Liberalismo Clásico

A pesar de que permanece relativamente poco conocida y poco entendida hoy debido a la casi total sumisión de la vida intelectual occidental al pensamiento colectivista a lo largo del siglo veinte, la filosofía libertariana no es una rara filosofía marginal, propagada sólo por un pequeño grupo de utopistas desconectados de la realidad. Por el contrario, es heredero de la más importante escuela económica y política occidental de los últimos siglos, el liberalismo clásico, una filosofía elaborada por pensadores como John Locke y Adam Smith. Empezando en el siglo 17, son los liberales los que pelearon por una ampliacíon de las libertades políticas, económicas y sociales contra el poder de los monarcas y los privilegios de los aristócratas. Los principios liberales están en las raíces de la constitución americana, y uno puede decir que los Estados Unidos tanto como Gran Bretaña y Canadá fueron largamente gobernados de un modo liberal a través del siglo 19 hasta inicios del siglo 20.


« Los libertarianos creen que el único modo de asegurar el mantenimiento de la libertad personal es garantizar la inviolabilidad de la propiedad privada y limitar lo más que se pueda el tamaño de gobierno y el espectro de sus intervenciones. »



Entonces, ¿por qué no usar la palabra liberal en vez de libertariano? Porque éste termino, precisamente desde principios del siglo 19, tomo nuevos sentidos que no son nada compatibles con la defensa de la libertad individual. En Gran Bretaña y Canadá, supuestos partidos liberales de hecho sólo son un poco más moderados que los socialistas admitidos en sus inclinaciones a usar el poder estatal y en su falta de respeto por los derechos individuales. Peor aún, en los Estados Unidos, un liberal es un izquierdista que aboga por la distribución de la riqueza, alguien que apoya un gobierno grande que interfiere en todo las vidas de las gentes, que trata de resolver todos los problemas reales o imaginarios con impuestos y gastos, y que crea programas burocráticos para cada causa buena; en breve, el liberalismo de hoy apunta a crear un estado tiránico que no duda en entrampar la libertad individual en nombre de una utopía colectivista inalcanzable. Este tipo de liberalismo no tiene nada que ver con el liberalismo clásico.

Los libertarianos de hoy están inspirados por los primeros periodos del progreso liberal pero, después de un siglo durante el cual las ideologías colectivistas y totalitarias han dominado, se dan cuenta que el liberalismo clásico no era fuerte o suficientemente fundamentado como para detener la marea alta del estatismo. Son más coherentes o, algunos podrían decir, radicales que los liberales tradicionales en su defensa de la libertad personal y la libertad de mercado y en su oposición al poder estatal.

Un Movimiento Pluralista

Como todos los movimientos filosóficos el libertarianismo es variado, contiene varias escuelas y subgrupos, y uno no encontrará una unanimidad en sus justificaciones teóricas, sus fines como en la estrategia que debería adoptarse para alcanzarlos. En Norteamérica a la mayoría de los que se llaman a sí mismos libertarios les gustaría ver que el Estado vuelva a pocas funciones esenciales, en particular defensa, relaciones exteriores, justicia, la protección de la propiedad privada, los derechos individuales, y algunas otras responsabilidades menores. Todas las funciones restantes deberían ser privatizadas. En el contexto de un Estado federal muy descentralizado, los libertarios aceptan sin embargo que las autoridades locales (Estados constituyentes, provincias, regiones o municipios) pueden intervenir en otros campos y ofrecer varios tipos de arreglos económicos y sociales, en tanto que los ciudadanos insatisfechos fácilmente pueden moverse a otras jurisdicciones.

Algunos libertarianos de la escuela "anarco-capitalista" abogan por la desaparición completa del Estado y la privatización inclusive de las funciones básicas anteriormente mencionadas. Esta meta puede parecer extrema o ridícula a primera vista, pero se basa en una argumentación teórica plausible. Por ejemplo es fácil imaginar que uno podría remplazar el Estado o los cuerpos de policía local (con la corrupción, los abusos de poder, la incompetencia y el favoritismo que usualmente los caracteriza, todo hecho frecuentemente con impunidad) con agencias de seguridad privada, que obtendrían ganancias sólo en la medida en la que realmente protejan a los ciudadanos y combatan a los verdaderos criminales. Los anarco-capitalistas usan el mismo tipo de argumentos para apoyar la privatización del ejército y las cortes lo cual no dejaría nada que hacer para el Estado. Las empresas privadas proveerían todos los servicios que los individuos podrían necesitar en un mercado libre puro.

En un contexto donde el gasto público ahora alcanza a casi la mitad de todo lo que es producido y en el que los gobiernos continúan adoptando ley tras ley para incrementar su control sobre nuestras vidas, una meta libertaria más realista es simplemente el revertir esta tendencia y pelear por cualquier avance práctico de la libertad y cualquier reducción concreta de la tiranía estatal.

Los libertarianos son los únicos predispuestos a entrar en ésta lucha sin comprometer sus creencias. El hecho es que el actual debate ideológico sigue dominado por los estatistas, a pesar de las superficiales controversias políticas que atraen la atención de los medios.

Por un lado los defensores socialistas e izquierdistas de un crecimiento ilimitado en el tamaño del gobierno son una mayoría fuerte entre los lobbies que se alimentan ante el público en y a través de las universidades y los medios. La mayor parte de lo que pasa por periodismo o investigación académica muestra una completa falta de entendimiento de las reglas básicas de la economía de mercado. En el "centro" aquellos que proclamas ser "realistas" admiten que el Estado no puede continuar incrementando el margen de impuestos y crecer indefinidamente, pero ellos simplemente predican una reducción de este crecimiento. El orden establecido de los negocios por su parte estaría satisfecho con algunos cortes menores aquí y allá y algunos de sus miembros cuestionan la estructura corporativista del Estado. Para aquellos que están en la derecha que son descritos como "neoconservadores" radicales su meta propuesta es llevarnos de vuelta a donde estábamos hace veinte o treinta años cuando la tasa de gastos estatales en relación al PIB era del 5 a 10% menor, lo cual seria un paso en la dirección correcta pero dificilmente suficiente.

Uno también tiene que admitir que las llamadas "revoluciones conservadoras" de los últimos veinte años en Gran Bretaña, Canadá y los Estados Unidos realmente no han producido mayor cambio, a pesar de que se implementaron algunas útiles reformas económicas y cortes en los impuestos. Algunos programas y leyes fueron abolidos y el Estado todavía ocupa un lugar dominante en la vida económica y social. Es justo temer que los programas burocráticos empiecen a crecer otra vez ahora que los déficits presupuestarios han sido eliminados y los gobiernos tienen ingresos excedentes para gastar.

Los libertarianos son los únicos que demandan y trabajan por un cambio radical, una drástica reducción del tamaño y rol del Estado, los únicos que valoran la libertad individual sobre todas las cosas. Más y más gente se da cuenta que los libertarios constituyen la única alternativa. El movimiento libertario apenas existió en los sesentas y realmente despego en los Estados Unidos a inicios de los setentas. El Partido Libertariano de los Estados Unidos, fundado en 1971, ahora es el tercero en importancia después de los Republicanos y los Demócratas. Allí donde las filosofías colectivistas y la economía keynesiana acostumbraban a dominar la vida académica, recientemente ha habido un renacimiento del interés por el liberalismo clásico y la economía de libre mercado en las universidades. Finalmente, hoy la filosofía libertaria puede ser encontrada en todo lado en la Internet y su influencia esta creciendo en todos los continentes. Así realistamente podemos esperar que un siglo después del eclipse del liberalismo clásico, su resurgimiento libertariano una ves más llegara a ser una influyente doctrina y movimiento filosófico en el siglo veintiuno.

sábado, 20 de junio de 2009

Su vida iluminó el texto


García Hamilton in Memoriam.

Conocí a José Ignacio en un caluroso anochecer santiagueño. Yo era uno de sus tantos seguidores anónimos que no quería perder la oportunidad de conocerlo en persona y la ocasión era un seminario sobre el caudillismo en la UCSE. Corria el año 2004. Al finalizar la disertación, el destino me dio la valentía para suprimir la timidez y el nerviosismo. Me acerqué a hablarle, con entrecortada voz, y a partir de allí de alguna manera, cambio parte de mi vida.

Su amistad dio sentido a los días vacíos de la universidad normal. Los intercambios y las discusiones epistolares fueron una particular manera de estar junto a él.

En un hombre de pensamiento como José Ignacio, es ese pensamiento la materia más importante para la reflexión y el análisis, pero no por ello hay que dejar de mencionar su vida, de la que se, tanto por sus propios relatos como por las anécdotas de su amigo el Dr. Hernán Frías Silva, a quien tengo el gusto de acompañar en la cátedra de historia, por recomendación del propio José Ignacio.

Su vida ilumino el texto. Puede pensarse inclusive que su vida y su texto no son sino una unidad, artificialmente dividida por algunas concepciones estéticas y disciplinarias. Su vida configura un texto susceptible de ser examinado. Y si la vida está dotada de una “textualidad” que le es propia, ¿qué clase de relación tendrá ella con lo que es, en sentido estricto, texto o discurso? Su vida fue una lucha por espacios de libertad. Al decir de Richard de Montaigne, él mismo era el tema de sus libros.

¿Es un ensayista? ¿Es un político? ¿Es un periodista? Parece ser todas esas cosas a un tiempo, y no es del todo ninguna de ellas con exclusividad. Quizá sólo el carácter de escritor que reflexiona, tal como definimos en la Argentina a ese oficio, que no consiste en la mera redacción de libros, sea el que define, en parte, a este pensador curioso y audaz, que reformula y amplía la principal veta temática de sus trabajos. Se aparta deliberadamente de los cánones del mundo académico, que según él son demasiados “pulcros”, con el sentido que otorga a esta palabra. José Ignacio, no fue un académico convencional y en algún momento escribió un artículo sobre esto. (Un intelectual contra la tendencia a caer).

Fue el último de los especimenes del político- intelectual. Con su extraordinaria capacidad superó la disyuntiva del intelectual y el hombre de acción.

Vista desde lejos, su obra posee la coherencia interna de los edificios que construye un teórico. José Ignacio concibió una tarea desmesurada, como es la de interpretar a Argentina. Para ello decidió, de una manera cartesiana, construir las herramientas que debían permitirle esa interpretación, pues uno de los supuestos de los que partió es que las interpretaciones vigentes negaban y ocultaban las verdaderas causas de la decadencia nacional.

La dialéctica novela- ensayo, tiene un sentido. En sus novelas, no solo saca a relucir la ineludible faceta de aquellos próceres que recubrieron nuestra juventud de sueños virtuosos e idealistas: la humanidad y sus necesarias limitaciones, sino sobre todo desmitifica el mito y crea las bases para la descripción de lo que él llamó las
instuciones informales (North dixit). Por esta vía ha rastreado en la historia de Latinoamérica los elementos que configuraron el absolutismo político, el militarismo, el incumplimiento de la ley, el estatismo económico y el fanatismo religioso. En los ensayos desarrolla de forma expresa su tesis que da sentido a toda su obra, sin dejar de lado el apasionante debate ideológico.

En ese sentido, Por que crecen los países, aunque sin ser su mejor trabajo, es el que resume con mayor claridad su tesis y es en donde aborda el debate ideológico. En la misma describe como las instituciones informales (North dixit), que en la Argentina a partir de 1908 se formaron con los modelos del "militar que muere pobre", “el gaucho pobre que se hizo violento”, “la victima” y “la Dama Buena que Regala lo Ajeno,” reemplazaron a la institución formal La Consotución Nacional, que buscaba un hombre de paz y trabajo.

Los cuatro paradigmas que estudia glorifican valores contrarios a nuestra Constitución. Concluye que tenemos una institución que intenta limitar a los gobiernos y santificar las leyes, pero educamos con unas creencias que son contrarias a aquellos valores. Borges dijo que el "canto a la ruptura de las leyes y la exaltación de la marginalidad se constituyeron en la epopeya nacional" (en referencia a Martín Fierro). Y así también en los casos de los otros dos arquetipos.

Debo reconocer que no conozco ningún autor contemporáneo que haya tratado este tema en esta forma y haya dado una explicación de la declinación argentina por esta vía de las causas culturales.

De alguna manera Sarmiento en el Facundo, intento explicar la dictadura rosista a través de la existencia de personajes de la pampa como el “gaucho malo”, “el rastreador y el baqueano”, mientras que en Por que crecen los países, José Ignacio trata de explicar la declinación argentina por medio de los modelos o paradigmas del "militar que muere pobre", el "gaucho pobre que se hace violento", la "victima" o "la dama buena que regala lo ajeno".

En el debate ideológico, siguiendo la tradición austriaca compara estructuralmente el fascismo con la izquierda. Contrasta, sin citarlo, con José Pablo Feinmann, quien siguiendo la tradición marxista, considera al fascismo/nazismo, como una fase del capitalismo. En este sentido, con interesantes argumentos comparativos de ambos modelos, aunque no de forma expresa, José Ignacio demuestra la relativa autonomía de lo político, la inter-relación dialéctica entre lo económico y lo política.
Aquí gana el maestro tucumano.

Recuerdo todo esto en homenaje a los innumerables intercambios epistolares, y los enormes comentarios unilaterales y criticas, que le he proporcionado a lo largo de nuestra relación. Suele suceder, que una personas con ciertas pretensiones intelectuales mantenga una relación ambigua con respecto a su maestro: no lo puede desacreditar, por sus dotes académicos inferiores al maestro o porque se beneficia con su prestigio, pero al mismo tiempo, para probar la originalidad propia, debe transformar al antecesor en una etapa a superar, en un logro solo parcial que es preciso corregir, completar y aun modificar sustancialmente. Por ahora solo he podido re-analizar su pensamiento.

Pero la mayor enseñanza que nos pudo dejar a los tantos jóvenes que trabajamos junto él, se encuentra en un terreno más trascendental que el intelectual.

Quizás estos 10 últimos años, que paradójicamente coinciden con lo de su esplendor académico, la muerte fue parte de su vida y acaso esto la haya hecho más especial. Él era una fuente inagotable de vitalidad y generosidad, que hacia imposible imaginárselo en un estado distinto.

José Ignacio, con su accionar, me enseñó que tener insobornable conciencia de nuestro destino mortal no significa sumirnos en la angustia y el terror continuo. Muy por el contrario. Nos permite una vida plena y fluida, pues al no saber en qué momento ha de llegarnos el momento último, por un lado minimizamos nuestra personal importancia, y por el otro buscamos mantener una comunicación plena y sincera con quienes y con lo que nos rodea, expresando en forma continua un profundo respeto y amor por todo y todos.

En fin, José Ignacio me enseño aprovechar cada minuto de la vida como si fuera el último.

José Guillermo Godoy
Presidente CEIN 1816
Director General de Junior Achievement Tucumán.

domingo, 10 de mayo de 2009

Amor en tiempos de retenciones


Hace tiempo tengo la sensación de que muchos dirigentes que piensan distinto desde un punto de vista ideológico, pertenecen al mismo espacio político, y cuantiosos dirigentes que comparten las mismas ideas, están distanciados públicamente.

En este esquema, y en tiempos de cierre de candidaturas, es interesante analizar el proceso de conformación de las alternativas electorales en Argentina, que no varia en lo sustancial de la lógica histórica.

El desgaste de términos como derecha e izquierda, ha llevado a muchos, no solo desde la derecha sino también de la izquierda
–sectores de la socialdemocracia- a declarar que están obsoletos, o que son simplificaciones incapaces de reflejar la compleja realidad actual.

Disiento con estas aseveraciones y considero que siempre que existan políticas alternativas, y en tanto no se imponga la unanimidad totalitaria, una de las opciones deberá estar a la izquierda relativamente de la otra y viceversa.

Retenciones, como representación de un proyecto político.
Quizás sin los tiempos de retenciones no hubiese habido tiempos de dengue. Las retenciones y el discurso distribucionista simbolizan una política contraria a la creación de riqueza que es lo mas importante para el desarrollo social. Es la génesis de la crisis local, agravada por la internacional. La consecuencia de este modelo económico es el dengue, una enfermedad de la pobreza.

Los tiempos de retenciones son, por ende, el origen del deterioro kirchnerista, marcada por la crisis, el divorcio entre el gobierno y la sociedad y todas sus perniciosas consecuencias.

Amor, como representación de lo emocional y de la extraña lógica de las relaciones entre las distintas fuerzas opositoras, que es consecuente con la historia nacional.

La conformación de los llamados partidos políticos argentinos desde un punto de vista histórico, no tuvo que ver con cuestiones ideológicas, que seria lo razonable, sino que estuvieron determinados por el proceso de conformación social de nuestra nación.

El partido liberal (1852), el partido de notables, de comité o parlamentarios, el Partido Autonomista Nacional (PAN), no son más que la expresión de una clase, de un sector social, de un momento histórico, de una minoría que creo el país.
La Unión Cívica Radical es el producto de la corriente aluvional inmigrante de fines del siglo XIX. No significó un proyecto sustancialmente diferente al tradicional conservador, por la sencilla razón de que no tenía proyecto. Además se negaba a llamarse a si mismo partido, es decir una parte, y se autodenominaba movimiento, es decir un todo.

El peronismo es producto de la corriente aluvional del Norte, protagonista a partir de 1930. También se autodenominaba movimiento y en su seno convivían desde socialistas, fascistas, radicales, conservadores y hasta liberales.

El peronismo es todo aquello que el General dijo sobre el peronismo, y como siempre hay un Perón para refutar a otro Perón, el peronismo termina siendo “el todo hegeliano”. El radicalismo, desde Alem con sus ideas liberales, pasando por el yrigoyenismo, el documento Avellaneda, Alfonsín con el tercer movimiento histórico y la desdicha de la Alianza, ha oscilado entre la izquierda y la derecha.

Por desgracia estos son los dos partidos políticos mayoritarios, que paradójicamente siempre se negaron a llamarse partidos. Nunca representaron ideas, proyectos, sino sectores sociales, momentos históricos, formas de conductas. El sentido de pertenencia, los colores partidarios, resultaron siendo más determinantes para su constitución, cohesión y desarrollo, que el debate de las ideas en si mismo.
La constante histórica de antinomias: unitarios y federales, conservadores y radicales, peronistas y antiperonistas, está lejos de la lógica ideológica y muy cerca de la lógica amor- odio.

Pertenecer a un espacio político por amor u odio al adversario, es el fracaso de lo político y el triunfo de la lógica futbolera.

Es cierto que en el mundo términos como izquierda o derecha, progreso o atraso, socialismo o fascismo, democracia y liberalismo, revolución e ideología, están manipulados, distorsionados contaminados y se los emplea en un sentido tan amplio y vago, fluctuante e incierto, que ya no es posible saber bien que es lo que significan.
No es extraño, pues fue así en la historia. Si exceptuamos el fugaz apoyo de los proudhonianos a la dictadura bonapartista de napoleón III puede decirse que el boulangismo fue el primer punto de fusión entre la izquierda y la derecha y el socialismo antidemocrático. Los socialistas blanquistas apoyaron el golpe de Estado del general Boulanger en 1889, constituyendo el primer ejemplo histórico de un paradigma político del siglo siguiente: la izquierda adhiere a un militar nacionalista (Sebreli).

En Francia Maurice Barres lanzó el termino “Socialismo Nacionalista”. Mussolini surgió de las filas del Socialismo y su mentor ideológico, George Sorel, era un sindicalista socialista. Charles Maurras definió al Fascismo como un Socialismo liberado de la democracia y Drieu La Rochelle escribió Socialismo Fascista. En Alemania existía un movimiento, “el Conservadurismo Revolucionario”.
Spengler hablaba de Socialismo Prusiano y el nazismo se denominada Nacionalsocialismo. En la republica de Weimar circulaban sectas a mitad de camino entre el nazismo y el comunismo que se llamaban nacional revolucionarias, o racial bolcheviques. La extrema izquierda de la izquierda coincidía con la extrema derecha de la derecha. Franz Schauwecker, amigo de Ernst Junger, lanzó una consigna “la derecha no puede estar lejos de donde está la izquierda”. Durante el pacto Stalin- Hitler, fascistas y comunistas del mundo entero se manifestaban juntos contra el imperialismo anglosajón.

Pese a esto, el mundo ha evolucionado y las democracias modernas poseen sólidos partidos políticos, con democracia interna, que se alternan en la conducción nacional y representan, desde su génesis, proyectos e ideas diferentes dentro de un mismo paradigma democrático y republicano.

Los politólogos locales han hablado de la destrucción de los partidos tradicionales argentinos en los últimos tiempos y evalúan este proceso como negativo, siendo que no puede ser más que positivo.
“La pasión por la destrucción, también es una pasión creadora” (Bakunin). La destrucción de los partidos tradicionales significaría el fin del movimientismo y debería ser mirado con optimismo. Pero no ha sido así, las nuevas cuasi- estructuras que se disputan la conquista del electorado nacional, que en teoría deberían suplantar a las viejas organizaciones pero que no hacen más que reciclarlas, han burlado la discusión ideológica bajo el paragua del pragmatismo, la aplicación y la gestión, en el caso macrista, y bajo la chicana moral en el caso de la Coalición Cívica.

En este sentido, Elisa Carrio, con muchas mas luces que sus adversarios peronistas, oficialistas y opositores, constituye el paradigma del neo movimientismo. Desdeña el debate ideológico como antigualla y afirma que el mundo marcha hacia nuevos paradigmas que superan la derecha y la izquierda.
No es extraño que reivindique al radicalismo primitivo, como el primer partido fundado en ¿principios? no en ideas políticas.

Quiere juntar en su movimiento a todos aquellos ciudadanos honestos, independientemente de su pensamiento político. Es por eso que en su sitio conviven desde lopezmurphystas hasta socialistas. ¿Y quien queda del otro lado? Para Carrio, todas las personas que no sean honestas, ¡peor a aún! aquellas que ella considera que no son honestas, pues de otro modo se podrían sumar a su movimiento.
Y como lógicamente las personas corruptas le hacen daño al país, la única alternativa valida para un autentico desarrollo nacional es su grupo político. Esta es la perniciosa lógica del movimientismo.

En este sentido, Néstor Kirchner, ¡si este hombre que ha manejado la economía argentina como si fuera un almacén!, con todas sus limitaciones morales e intelectuales, ha contribuido mas que nadie al debate electoral, planteando la discusión en términos de proyectos, modelos, paradigmas ideológicos, tomando una postura claramente de izquierda simbolizada en su defensa de las “retenciones”.
Mientras que la oposición no se organiza en base a proyectos e ideología, sino a vinculaciones o peleas personales, relaciones de amores y odios, simbolizadas, por que no, por el “enamoramiento” de Carrió hacia Prat Gay, más cercano en ideas al macrismo, con quien confronta, que al socialismo con quien comparte su espacio político.

Desde este punto de vista el kircherismo es progreso, y la oposición es reacción.



José Guillermo Godoy
Presidente del Centro de Estudios
de los Intereses Nacionales (CEIN. 1816)
Director General de Junior Achievement Tucumán.
Líder local de la Fundación Atlas 1853.