viernes, 24 de octubre de 2008

Rousseau y el fin del capitalismo




Luego de la Segunda Guerra Mundial, salvo insignificantes grupos anacrónicos, ya nadie quería ser de derecha, parecía que la derecha había desaparecido del espectro político. A partir de los 80, se produjo la tendencia inversa, desde entonces se habló de la obsolescencia de la izquierda, de la muerte del socialismo, del fin de las revoluciones, de las utopías de las ideologías y algunos fueron más allá y proclamaron el fin de la historia. Casi 15 años después parece re-surgir el proceso inverso.

Los conceptos políticos, que en si no son entidades metafísicas definitivas y eternas y se modifican de acuerdo con la época y las circunstancias, también reciben adeptos de grupos que influyen determinando la opinión pública, de acuerdo a esas mismas circunstancias. Esto se conoce como el “espíritu del tiempo", del que son protagonistas principales, los orgullosos, y siempre a la moda, intelectuales franceses.

Rousseau, al igual que los intelectuales franceses del siglo XX, que al decir de Sebreli, durante largos años y en contra de toda evidencia, habían confundido a Stalin con Marx y al sentido de la historia con el destino del estalinismo y que luego, en lugar de responsabilizarse por el error cometido, les resultó menos hiriente para su narcisismo considerar que no eran ellos sino la historia misma la que se había equivocado, o mejor aún, que no había sentido alguno en la historia, o, al fin, que no había historia para nada, fue un autor con fuertes dotes intelectuales y originalidad, que su deseo de fama, mas que sus convicciones plasmadas en escrito, marcaron una época.

Así como cada época elige otra en el pasado para hacer de ella una fuente de modelos, los nuevos pronosticadores del fin del capitalismo pueden ser originales en todo, menos en lo de pronosticadores y en el contenido de su pronostico.

Así las grandes vedette de la izquierda –artistas escritores, periodistas, profesores, científicos- que fueron usados por el sistema estalinista, pero a la vez se aprovecharon de este, y que subsistieron durante la llamada década neo-liberal, ya disfrazada en el ropaje de sus adversarios, la izquierda democrática, ya aferrada al último bastión que es Cuba, ese museito folklórico de provincia donde se exhiben los restos arqueológicos de una civilización desaparecida, han vuelto para quedarse.

Así el vocero del Partido Laborista Británico dijo que “El actual desorden financiero es una crisis del capitalismo”. “Un sistema financiero no regulado es un desastre”, agrega Sheila Rowbotham, profesora de historia de la Universidad de Manchester. Un candidato izquierdista a la alcaldía de Londres agregó: “el Capitalismo tuvo su oportunidad y falló; ahora es el turno del socialismo”. A esto se le suma el amigo Ahmadinejad: "Es el fin del capitalismo".


Ziegler, el autor de Los nuevos Amos del Mundo, comparo a la crisis internacional con la caída del muro de Berlín. Santiago Niño Becerra y Lucinio González, catedráticos de la Facultad de Economía del Instituto Químico de Sarriá (IQS), pronostican el fin del capitalismo con algunos datos estadísticos, y así la totalidad de intelectuales y políticos progresista, seudo progresista, castristas, posmodernistas, setentistas, chavistas, posestructuralistas.

Hay que desconfiar de la originalidad absoluta, nadie piensa en el vacío, todo pensamiento es expresión de su tiempo y ningún hombre puede jamás escaparse totalmente de su época. Las ideas contra la corriente forman a su vez parte de otras corrientes, sólo que éstas permanecen subterráneas, ocultas o dispersas, pero están destinadas a aparecer, a hacerse notar en el momento en que la situación madure.

El meollo de la discusión estriba en la vigencia sin medida del mercado. La causa de la crisis, según se afirma, es el egoísmo humano, la codicia desenfrenada. Por ende hay que regular el mercado, limitar la libre acción humana. En el fondo de esta postura subyace la tesis que sostiene que el hombre es malo, por ende hay que controlarlo, regular su acción. Los ideólogos del nuevo orden se dedican a advertir sobre el peligro que representan las personas actuando por sí y para si y lo bueno que es que todo esté controlado y coordinado por mentes brillantes.

La mejor defensa de la libertad, debería ser el aporte de Rousseau, este viejo autor francés tan malmirado por la mala derecha, en gran parte culpable de esta crisis, y especialmente, por los liberales de aire acondicionado, en sus dos ramas, llámese marketinera/austriaca, los Zanoni, los Benegas Lynch, los Yeatts, y la rama correligionaria, que en su mayoría, al decir de José Benegas, está estudiando los alcances del derecho de propiedad en la distribución del pochoclo en los cines de barrio.

Tantos la mala derecha como los liberales de aire acondicionado, antes de criticar a Rousseau deberían re-leer sus textos, o en todo caso comenzar a leerlos, pues este autor, no solo dio un duro aporte a las ideas de libertad, sino que además en la situación actual, parte de su tesis puede ser la mejor defensa del capitalismo.

El problema parte de la misma complejidad del pensamiento de Rousseau. Siempre hay un Rousseau para refutar a otro Rousseau, o por lo menos así parece. La incoherencia de este escritor al decir de Richard Pipes, que a primera vista es evidente, se explica, a mi entender, con un poco de historia enmarcada en la propia personalidad del autor, y por que no, en la naturaleza de gran parte del intelectualidad francesa, siempre dispuesta a ser original para mejor vender.

La discusión surge de la lectura de dos trabajos que Rousseau realizó con motivos del concurso convocado por la academia de Dijon, en 1750. Pese a lo que comenta en sus Confesiones, sobre que se enteró de la invitación de la academia por un periódico abandonado que encontró en una de sus frecuentes caminatas por los alrededores de Paris, lo cierto es Rousseau, en un comienzo, trabó amistad con los ilustrados, y fue invitado a contribuir con artículos de música a la Enciclopedia de D’Alembert y Diderot; este último lo impulsó a presentarse en 1750 al concurso convocado por la Academia de Dijon. De acuerdo a las pautas del concurso, los temas a tratar eran la modernidad – ilustración, y la propiedad. Entonces Rousseau consultó a Diderot sobre cual debiera ser su postura para ser tenido en cuenta en el concurso. Diderot responderá que todos los trabajos que se presenten dirán que la modernidad y la propiedad son piedras fundamentales del progreso y contribuyen a la felicidad de la humanidad. De manera que lo original seria, presentar la postura contraria, y así se hizo. Su primer discurso Sobre las Ciencias y las Artes (1750), en abierto contraste con las ideas sobre el progreso dominantes en la Ilustración francesa, se convierte en el Discurso sobre el Origen y los Fundamentos de la desigualdad de los Hombres (1754) en una crítica de las estructuras sociales y políticas a través de un examen más cercano a las conjeturas antropológicas que al rigor histórico del estado primigenio del hombre natural y de las causas que crearon la sociedad y la desigualdad.

Ambos discursos fueron premiados por la academia, y le dieron notoria popularidad a Rousseau precisamente por que defendía una tesis contrario a la ideas de la época. Era original y le venia muy cómodo a los franceses. Esta fue la intención de Rousseau, al defender una tesis que no creía propia.

La postura pro-ilustración y propiedad, aparece evidenciado no solo en su Discurso sobre Economía Política, sino en numerosos artículos posteriores publicados en la enciclopedia. Este, creo yo, es el verdadero pensamiento de Rousseau, y no el contenido en dos discursos en donde defiende una tesis para ganar un concurso.
Pero paradójicamente, y aunque suene contradictorio, en los mismos trabajos presentados a la academia de Dijon, Rousseau esboza una tesis que es fundamental para la formación del pensamiento liberal: . El liberalismo no estaría dispuesto a otorgar al individuo el máximo de libertad, si este seria naturalmente malvado.
En la actualidad, la postura contraria afirma que la Crisis fue causa de darle mayor libertad al hombre. Para esta postura, el hombre es evidentemente malo. Esto puede contrarrestarse, demostrando que la idea de que la crisis es causa de dar la mayor libertad de acción al hombre es, por lo menos, dudosa. Aunque esto es un tanto complicado ya que en nuestro siglo, y desde tiempo atrás, al parecer los enemigos del liberalismo descubrieron que la mejor manera de atacarlo era usando su nombre.

Pese a esto el Liberalismo no ha muerto, por que expresa anhelos perennes de justicia y libertad, por que muchos de los problemas que planteará de sus orígenes no han sido resueltos y difícilmente los sean en los limites del estatismo, por que es una ética, una teoría hipotética, y ésta es útil para que los hombres no se hundan en el desconcierto, en la trivialidad y en la indiferencia.
El fracaso de una teoría en la práctica, no siempre se convierte como lo pretende Leszek Rolakowski en un argumento en contra de sus propias premisas, y menos para principios que durante largo tiempo tuvieron tanto éxito. Del mismo modo que una idea falsa como el nazismo puede tener un éxito momentáneo, el fracaso aparente del liberalismo puede ser provisorio.
A las teorías y los principios, como a la policía de Raymond Chandler, jamás se les debe decir adiós.




José Guillermo Godoy
Director General de Junior Achievement Tucumán
Presidente del Centro de Estudios de los Intereses Nacionales.
Integrante del Programa de lideres locales de la Fundación Atlas 1853.